viernes, 18 de marzo de 2016

Bajo la Máscara | Viernes de Terror #2





*En el video encontrarás mi narración de la siguiente historia, traducida y adaptada por mi*



Halloween es de lejos mi fiesta favorita del año, el único día donde pasear por las calles con una máscara es socialmente aceptado. Las máscaras ocupan un lugar muy particular en la sociedad. Pueden transformar a cualquier persona en alguien más, convertir a un actor en un personaje, esconder la identidad secreta de un superhéroe o incluso permiten a los monstruos caminar entre las personas. No puedes saber que se esconde bajo una máscara hasta que esta es llevada, pero esa es la mejor parte de Halloween; nadie va a quitarle la máscara a nadie.


Esto es el mundo real, y en Halloween soy capaz de esconderme de la vista de los demás, de pasar completamente desapercibido.


Por supuesto, llevar puesta una máscara tiene un significado muy especial para mi; no soy un actor, un superhéroe o un monstruo – no en los términos de ficción al menos. Simplemente uso la máscara como un medio de entrada. En realidad cualquiera sirve, siempre que me cubra la cara. Me las ingenio para usar una máscara distinta cada año. Todo lo que necesito es caminar por las calles de mi barrio, pasar tras las decoraciones de Halloween, y esquivar a los chicos disfrazados, hasta que oigo el familiar sonido de música alta. Como un marinero atraído hacia el canto de una sirena, sigo la musica directamente hasta la fiesta de donde emana; si, este es el motivo por el cual Halloween es maravilloso.


Nadie pone ninguna pega al ver a alguien en la entrada de una fiesta de Hallowen, unicamente tengo que llamar a la puerta y entrar- la máscara hace que la gente asuma que estoy allí por la fiesta y con una amplia sonrisa, me invitan a pasar. ¡A veces hasta dejan las puertas abiertas!


Nadie se lo piensa dos veces al abrir a un desconocido, lo que hace que mi hobbie sea aún más divertido.


Todos están distraidos cuando me acerco a la mesa que contiene el banquete. Los invitados continúan hablando de su día a día mientras añado mi ingrediente especial al bol del ponche. Bailan y beben despreocupadamente mientras clavo pequeñas, afiladas agujas dentro de sus chocolates, dulces y empanadas. Y no es hasta que el primero de sus amigos cae al suelo, ya sea tosiendo agujas ensangrentadas o asfixiandose por el veneno, que los invitados empiezan a entrar en pánico. Todos los años pasa lo mismo. Tan pronto como abandono la fiesta y escucho el caos que crece a mis espaldas, una enorme sonrisa crece en mi cara, bajo la máscara. Los gritos de terror son un sonido muy placentero para unas placenteras fiestas.

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